Granero

Pequeñas deformidades pasaban desapercibidas en el letargo de la herencia.

Como nuestro clima...que se nublaba sobre el pequeño granero

dónde él dijo que vió a Judas colgado...detrás del viejo tractor.

Era el chico Blumberg...hijo del judío alemán...

con una camisa de cuadros marrones y amarillos.

No dejó nota alguna...salió al maizal gritando ¡Judas!...

No lo pudieron calmar hasta caida la noche.

¡Ay Dios...el fracaso de las plegarias en días oscuros

del verano...allá por diciembre...trás la vara de oro

polvorienta entre mis pequeñas manos...dudas...

esparcidas como dientes de león.

Blanqueados...reventados hasta la semilla...

más dudas y más plegarias...le pedía a Dios que no escondiera su cara...

la cara de nuestro clima, inmensa...vieja...cubría el cielo de nubes

para axfisiar a la luna, un pequeño óvalo...como la pequeña cara de Jesús.

En el libro azul de la mesa renca...mira el cielo Ankne...mira el verde suave

detrás de la parálisis de las hojas...en los minutos cuando el pánico está

en suspensión...sobre un color distante, antes de que se abra la puerta del sótano

y descendamos al aire...a guardar alimentos enlatados...

antes de las plegarias en humedad sobre el frío hormigón...y mucho antes que la lluvia

Anke...con la mano atrofiada saluda desde el desaraigado arce...dónde el columpio

colgó doce largos años...dónde jugábamos a que los campos eran océanos...

Y el árbol un barco.